EL CAMINO DEL AMOR QUE PERDONA
Cuando Jesús decidió ir a Jerusalén, sabía que caminaba hacia el sacrificio, y aun así avanzó con firmeza, con el rostro decidido. A pesar del rechazo de los samaritanos, no permitió que el rechazo provocara odio ni venganza. Esta escena nos revela un amor que no se detiene ante el dolor ni se contamina con la ofensa. Jesús no vino a destruir, sino a salvar. ¿Y tú? ¿Cómo respondes cuando no te reciben, cuando te hieren o no te entienden? Este pasaje nos invita a mirar a los demás —incluso a quienes nos rechazan— con los ojos del amor y la misericordia, dejando que sea el corazón, y no el orgullo, quien guíe nuestros pasos.
La Palabra en un Mundo de Divisiones
Hoy, la actitud de Jesús choca con un mundo donde la intolerancia y la polarización reinan. En redes sociales, en debates políticos o incluso en nuestras comunidades, el rechazo al diferente a menudo despierta deseos de “hacer llover fuego”. Jesús nos desafía a no responder al odio con más odio, sino a caminar con firmeza hacia la verdad, con un corazón que no se endurece ante la oposición. En un mundo herido por la división, la paciencia de Jesús nos llama a ser luz en medio de la oscuridad, a responder al rechazo con un amor que desarma.