UNA LLAMA ENCENDIDA EN EL CORAZÓN DEL MUNDO
En Juan 3, 13-17 encontramos una de las verdades más profundas y conmovedoras del Evangelio: Dios no se quedó lejos, sino que descendió. Jesús, el Hijo del Hombre, vino desde el cielo no para condenar al mundo, sino para salvarlo. Y lo hizo por amor. No un amor superficial, pasajero o condicionado, sino un amor eterno, radical, capaz de abrazar la humanidad entera, aun en su pecado. La cruz no fue un acto de castigo, sino un acto de redención. El Padre no envió a su Hijo para señalar nuestras fallas, sino para ofrecernos una salida, un nuevo comienzo, una vida plena.
Un Mensaje Olvidado entre el Ruido
Hoy en día, este mensaje de salvación parece perderse entre tantas voces, tantas ofertas vacías y tantas heridas sin sanar. Vivimos en una sociedad que fácilmente confunde libertad con indiferencia, y amor con conveniencia. El sacrificio de Jesús es muchas veces reducido a una historia lejana o un símbolo sin peso real. Sin embargo, también vemos cómo el mundo clama por esperanza, por sentido, por redención. La Palabra sigue viva, sigue gritando desde el silencio de los corazones, esperando ser redescubierta. ¿La escuchamos?