ENCUENTRO CON LA VERDAD QUE TRANSFORMA
En Juan 1, 47-51, Jesús ve a Natanael bajo la higuera, un lugar de introspección y búsqueda personal. No es casualidad que Jesús lo llame “un verdadero israelita, en quien no hay engaño”. Este encuentro revela el poder de un Dios que conoce lo más profundo de nuestro corazón, que ve nuestras luchas, anhelos y sinceridad, incluso cuando nadie más lo hace. La mirada de Jesús no juzga, sino que invita a Natanael a descubrir una verdad mayor: el cielo abierto y los ángeles ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre. Es un llamado a dejar la soledad de la higuera y entrar en una relación viva con Aquel que es el puente entre lo humano y lo divino.
La Palabra Viva en un Mundo Herido
Hoy, la palabra de este Evangelio resuena en un mundo donde la autenticidad de Natanael choca con el ruido de la superficialidad. Vivimos en una sociedad que a menudo premia las máscaras y el engaño, donde las redes sociales proyectan imágenes perfectas, pero esconden corazones rotos. Sin embargo, la mirada de Jesús sigue atravesando esas fachadas. En cada persona que busca sentido, que anhela verdad en medio de la confusión, Jesús se hace presente, llamándonos a ser como Natanael: sinceros, vulnerables, dispuestos a escuchar. La promesa de un cielo abierto no es un sueño lejano, sino una realidad que se refleja en cada acto de amor, en cada gesto de fe que conecta lo humano con lo eterno.