En Lucas 5, 33-39, Jesús es cuestionado por no seguir las costumbres religiosas tradicionales, como el ayuno, y responde con imágenes poderosas: no se pone vino nuevo en odres viejos. Con esto, nos muestra que su presencia no es una simple reforma de lo antiguo, sino una novedad total que necesita corazones dispuestos a renovarse. Jesús no vino a remendar lo viejo, sino a ofrecer vida nueva. Él rompe esquemas, desafía rutinas vacías y nos invita a dejarnos transformar desde lo más profundo. A veces queremos recibir a Dios, pero sin soltar lo que ya no sirve, lo que está roto. El Evangelio de hoy nos confronta: ¿estamos dispuestos a ser odres nuevos?

La Palabra en Nuestra Realidad Actual

Hoy vivimos en un mundo que cambia a una velocidad abrumadora, donde lo viejo y lo nuevo chocan constantemente. Muchas veces tratamos de vivir la fe desde estructuras caducas, rutinas religiosas sin alma o costumbres que han perdido su sentido. La Palabra de Dios, sin embargo, no ha perdido vigencia: sigue siendo vino nuevo, fresco, lleno de vida. Se refleja en movimientos que buscan justicia, en comunidades que aman de verdad, en jóvenes que buscan autenticidad espiritual. Jesús nos sigue desafiando a no encerrar el Evangelio en moldes antiguos, sino a permitir que su novedad nos renueve por dentro.