SEMILLAS PARA UN CORAZÓN FÉRTIL
En Lucas 8, 4-15, Jesús narra la parábola del sembrador, revelando que la Palabra de Dios es como una semilla que necesita caer en tierra fértil para dar fruto. No todas las semillas dan resultado: unas caen junto al camino, otras sobre piedras, otras entre espinos, y solo algunas en tierra buena. Esta enseñanza no es un juicio, sino una invitación profunda a mirar nuestro corazón: ¿qué tipo de tierra somos? ¿Dejamos que la Palabra entre y transforme, o la dejamos morir por falta de profundidad o por los ruidos del mundo? Jesús no busca multitudes que solo lo escuchen; busca corazones dispuestos a vivir con compromiso, a dejarse trabajar, a dar fruto que permanezca.
Un Mundo de Corazones Distraídos y Sedientos
Hoy, esta parábola se ve reflejada con fuerza. Vivimos en un mundo donde la Palabra de Dios aún se siembra cada día: en redes sociales, en templos, en encuentros, en canciones, en personas. Sin embargo, también vemos que muchas veces cae en corazones distraídos por la rutina, endurecidos por el dolor, o sofocados por las preocupaciones y el afán de tener más. Hay mucho ruido y poca profundidad. Aun así, la semilla sigue cayendo, porque Dios no deja de sembrar. Y aunque a veces parezca que nada cambia, hay tierras silenciosas donde la semilla está germinando.