ABRIR LOS OJOS DEL CORAZÓN
La parábola del rico y el pobre Lázaro es una de las más impactantes del Evangelio. Jesús nos pone frente a una realidad cruda: un hombre con lujos, banquetes y comodidad… y otro, cubierto de llagas, olvidado en la puerta, deseando las migajas que caen de la mesa. No hubo odio, ni maltrato directo, pero sí algo peor: indiferencia. El pecado del rico fue no ver. No ver al necesitado, no escuchar el clamor silencioso del que sufría tan cerca. Jesús nos recuerda que el amor cristiano no se mide solo por lo que hacemos, sino también por lo que dejamos de hacer cuando decidimos cerrar los ojos y el corazón.
Una historia que sigue siendo realidad
Hoy esta parábola se sigue escribiendo en nuestras calles, en nuestros barrios, en cada ser humano ignorado. Hay muchos "Lázaros" esperando atención: el anciano abandonado, el migrante rechazado, el joven sin oportunidades, la madre soltera que lucha sola, el niño que sufre violencia. La sociedad de consumo nos anestesia, nos hace mirar hacia otro lado, nos empuja a encerrarnos en nuestras propias “riquezas” materiales o emocionales. Y, al igual que el rico de la parábola, corremos el riesgo de acostumbrarnos a convivir con la injusticia, sin reaccionar, sin cambiar.