En Lucas 16, 1-13, Jesús nos presenta la parábola del administrador infiel, una historia que a primera vista desconcierta, pero que encierra una enseñanza profunda: la sabiduría no está solo en los actos grandes, sino en cómo manejamos lo cotidiano. El administrador, al verse en problemas, actúa con astucia para asegurar su futuro. Jesús no aprueba su deshonestidad, pero sí su habilidad para actuar con visión y decisión. La lección aquí no es la trampa, sino la urgencia con la que debemos vivir el Reino de Dios. ¿Estamos siendo sabios y responsables con lo que el Señor ha puesto en nuestras manos? ¿Somos fieles en lo poco, para que se nos confíe lo mucho?

Una sociedad de administradores distraídos

Hoy vivimos en una cultura donde la astucia muchas veces se asocia con aprovecharse del otro, donde el valor de las pequeñas cosas parece estar perdiéndose. Administramos mal nuestro tiempo, nuestras relaciones, nuestros talentos… y también nuestros valores. Como en la parábola, muchos se ven atrapados en una lógica de conveniencia, donde lo que importa es el éxito rápido o la ganancia personal. El dinero, al que Jesús llama “riqueza injusta”, ha tomado el lugar de Dios en muchos corazones. Y cuando se adora al dinero, se pierde el sentido del servicio, de la compasión y de la verdad.